Hace calor. Todos duermen. Apenas se oye ruido; quizás caminando por las calles de cualquier casco antiguo puedas escuchar un ronquido saliendo de algún balcón abierto; un televisor encendido de algún insomne aburrido; o cualquier gato maullando por los tejados en busca de compañía, imagino. Pero todos duermen. El que ronca, duerme. El del televisor, seguro que también. Y el gato..., el gato va a dormir gracias a mí como no se calle en cuestión de segundos, pero va a dormir para siempre.
Todos duermen menos yo -y mi incondicional perro y amigo Otto, que me acompaña siempre en mis noches de insomnio y cansancio, y aunque no tenga insomnio y ni cansancio, también-.
No es que no tenga sueño, que lo tengo. No es que no esté cansada, que lo estoy. Así que digamos que..., hmm..., digamos que, bueno, no sé muy bien por qué estoy aquí si tengo sueño y estoy cansada.
Después de horas y horas sirviendo helados, atendiendo a gente tocaovariossangrantes, fregando platos y vasos, y sobre todo SIN SENTARME, no se me ocurre nada más que escribir. Seguro que tengo mucho que decir, porque lo sé. Pero este cansancio me impide expresarme de la manera correcta. "Hazlo de la manera incorrecta" pensará quien lea esto -si es que alguien lo hace-, pues no, no lo voy a hacer, porque la manera incorrecta sería: ME CAGO EN LA PUTA HOSTIA BENDITA YA MIERDA, JODER. Y me parecen palabras muy feas para las cosas tan bonitas que sé escribir, o eso dicen, aunque ahora no me salgan, porque desde hace tiempo no tengo tiempo ni para darme tiempo a mí misma y favorecer la llegada de la inspiración, aunque también dicen que la inspiración llega en el momento menos esperado.., pero dudo que me venga sirviendo un limón granizado a la mesa 9; o poniendo el lavavajillas...; aunque quién sabe... -yo sé que no-.
Así que, odiando a la inspiración que no me viene, y muerta de cansancio y sueño, me despido, a ver si consigo digerir el bocadillo de atún y queso que me comido al volver porque no había cenado nada, me doy una ducha de agua fría, y me acuesto deseando que mañana hayan pasado treinta años después de hoy, que me haya tocado la lotería o simplemente que sea otro día, distinto a hoy pero tan rutinario como siempre. Porque cada día que pasa, es uno menos que queda... para... algo. No sé para qué. Pero eso es lo que dicen, y si lo dicen es por algo...; aunque no todo lo que se diga, por mucha gente que lo diga tiene que ser verdad o convertirse en ella. Pero ese es otro tema a parte, del cual no me apetece hablar hoy..., ni mañana. Creo que nunca me apetecerá tocar ese tema.
Así que, buenas noches.
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