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jueves, 30 de septiembre de 2010

Recitando a Petrarca.

Dijo que en la vida de todo hombre se da la constante de tres amores: el platónico, que viene a ser un recuerdo o la nostalgia de una mujer a la que se ama pero a la que es imposible acceder por diversas circunstancias, El fáctico, que es el amor adecuado, el que se debe prolongar a lo largo de la vida, o sea, alguien con quien seas capaz de convivir, con quien puedas formar una familia aunque falte ese otro aliciente fantástico del sexo por instinto y del celo por hacerlo todo en común. Y el carnal, de cuyo provecho libidinoso y agotador se nutren los cuerpos sin esperar otra cosa distinta, hasta que el deseo se agote.

0:07

Son las 0:07 del 30 de septiembre. He abierto mi blog tras varios meses de ausencia y he clickado en la opción "nueva entrada" como si tuviese algo relevante que revelar. Pero la verdad es que no. Lo único importante -o que yo estime relevante para el lector- es que mis ovarios demandan chocolate a todas horas. Bueno, mis ovarios no, yo misma, en sí y en mí, con ovarios y sin ellos, pero a causa de los mismos. Y como consecuencia, no sé cuántas barritas de Kit-Kat me habré podido tomar ya.
Y de esta forma, con la lengua chocolateada y los dedos, quizás, aún pringosos, desde mi céntrico piso de universitaria, bajo la ventana de cuya habitación hay dos borrachos en moto hablando de cosas inteligibles, y a escasos metros alguien barriendo la calle -¿quién cojones barre la calle a estas horas?- con una de esas escobas 'de bruja', que en vez de barrer, remueven la mierda. De esas cuyo flsshh flsshh -ruido que hacen al contacto con el asfalto- no molesta -me han dicho-, me dirijo a todo aquel valiente o valientA, o quizás -quién sabe-, persona con tan poca vida social que visita un blog como este, para decirle que me aburro como una mierda se podría aburrir en una conferencia acerca de la superpoblación en China.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Donde el corazón te lleve.

Si de vez en cuando te parece que hablo tomando distancia, intenta imaginar cómo ha de ser de grande mi dolor, hasta qué punto este dolor carece de palabras. De tal suerte, la distancia es sólo aparente, es el vacío artificial gracias al cual puedo seguir hablando.