Vistas de página en total

miércoles, 28 de abril de 2010

De quién sabe cuándo.

· Pero, ¡Di algo!
- ¿Qué quieres que diga?
· La verdad...
- Te qui...
· No. Dime que no me quieres; que nunca lo hiciste. Que me has olvidado; que te alegras de que yo también lo haya hecho.
- No pued...
· Que era pura diversión; que jamás lo sentiste. Que no te arrepientes.
- Me arrepiento.
· No lo haces. Dime la verdad. Quiero oírla. Y mírame, quiero ver odio en tus ojos.
- Sé que lo hice mal.
· Que me digas la verdad. Que grites que no me quisiste.
- No puedo mentir...

En algún rincón de mi coraza.

...pero cuando no hay una única solución sino que existen varias opciones, nada de lo anterior importa, ni si quiera lo que sientas. Siempre escogeremos la más fácil. La que menos nos complique...
· Es cierto, es mejor recorrer un camino fácil y conocido, que algo desconocido e inseguro. Pero, ¿por qué nunca arriesgamos?
-Somos cobardes por naturaleza. Aunque conozcamos el camino correcto...

lunes, 26 de abril de 2010

Yo no sabía que no tenerte podía ser tan dulce como nombrarte para que vengas, aunque no vengas.

miércoles, 21 de abril de 2010

Fragmentos de insomnio de cualquier noche.

Estás ahí. Callado, ausente, pensando, tal vez. Distante, frío. Con otra vida. Con otros labios. Codeándote con otros brazos y abrazos. Inventándote nombres. Borrando las huellas. Quejándote del frío que hiela tus ideas. En silencio. Sonriendo, siempre. Encendiendo otras pieles. Y buscando.
Me buscas, a veces. Lo noto. A veces vienes, porque sabes que te estoy esperando. Porque de sobra -y por desgracia- sabes que cuando te digo que me voy para siempre, lo único que puedo sentir realmente es que jamás podré irme verdaderamente, y menos para siempre.

Diario de...

No. No preguntes por qué. No esperes una explicación lógica, porque aún no he inventado nada lo suficientemente convincente como para que no creas que estoy loca -aunque sinceramente, que lo pienses o no, que lo creas, o lo afirmes, me deja dormir igualmente-. Tal vez sea una forma de huir de aquí, o de allí. Huir de algún lugar en el que me siento prisionera de mí misma. Sí, quizás sea esa la razón, probablemente quiera huir de mí a ningún otro lugar. Tal vez, porque me gusta la sensación que me provoca el oxigeno penetrando en mis pulmones sin ningún peso que los oprima e impida mi respiración, o tal vez -quién sabe ya a estas alturas-, la deteste. Porque cuando lo hago mi respiración se entrecorta, se oprimen mis pulmones por la posición que adopto. Me voy ahogando lentamente, se me nubla la vista y mi cara se enrojece. A menudo suele salir de mis ojos un liquido amargo y salado -creo que las soléis llamar lágrimas, ¿no?-, pero no sufro porque me evado y olvido. Lo olvido todo, escucha, todo. Me quedo ciega, sorda, muda. No siento. No soy. Desaparezco por unos instantes. Sé de quienes para ellos esto sería morir. Pero yo renazco, ¿sabes? Me lanzo a un vacío que me abraza y acoge. No me culpes de sentirme bien agonizando, porque yo no elegí esto.
Pero por suerte para algunos, comienzo a respirar de nuevo y el mundo va apareciendo otra vez bajo mis pies; y volviendo en mí salgo y te sonrío como si nada hubiera pasado. Y tú, tan ingenuo como siempre, me sonríes, creyendo una vez más que nada ha ocurrido

jueves, 8 de abril de 2010

De no ser esa chica de rojo.



Afuera nada permanece en tranquilidad: los coches circulan, pitan, expulsan humo contaminante. La gente pasea por la calle a la cual da la ventana de esta habitación. Aquella chica de rojo sortea algunos charcos para no ensuciar sus zapatos. Hay a quienes les gusta no evitarlos y meterse dentro, incluso con zapatos nuevos; y me alegro tanto de no ser esa chica de rojo...

No está lloviendo, pero lo ha hecho copiosamente hasta hace unas horas.Esta noche, más bien de madrugada, las gotas repiqueteaban en este tejado de chapa como queriendo marcar el tiempo. Mi tiempo. El tiempo que pasaría buscándote. Repiqueteaban mientras yo te buscaba en sueños, o quizás, realmente te buscaba. Repiqueteaban marcando el ritmo de mi corazón y, sinceramente, me latía demasiado deprisa. Tenía algo de miedo y frío, porque todo estaba oscuro y yo andaba bajo la lluvia caminando como una autoestopista perdida sobre el arcén de una carretera, tal vez, demasiado peligrosa.

Tenía una respiración entrecortada que contrastaba con el ritmo que marcaban las gotas de agua. Mi respiración iba a destiempo y era incapaz de seguir el compás de la lluvia.Estaba siendo incapaz de seguir tu ritmo. Y el tiempo pasaba. Al igual que la lluvia lo hacía sobre el suelo, mis dedos querían repiquetear sobre tu espalda, querían ser ellos los que marcasen el tiempo. Pero antes tenía que encontrarte. Querían robarle el protagonismo a la lluvia y, verdaderamente, yo lo estaba deseando. Quería ser yo la que marcase mi tiempo. Sin prisas, sin pausas. Sin latidos acelerados, ni respiraciones entrecortadas. Quería recorrer tu espalda lentamente, burlando todos los ritmos existentes, creando mi propio ritmo. Quería, sobre ella, dibujar paisajes. Crear charcos en los que perderme. Querían mis dedos ascender a tu cuello y provocar una brisa con ayuda de mi aliento. Pero el tiempo pasaba y yo tenía que encontrarte.

Simplemente me limitaba a avanzar lentamente por aquella carretera. A veces, pasaban algunos coches tan deprisa que era incapaz de seguirlos con la mirada porque se perdían rápidamente en el horizonte infinito. Aquella carretera eras tú, y aquellos coches no eran sino los rostros anónimos, los besos vacíos de aquellos en los que que buscamos cierto calor cualquier noche de invierno cuando por nuestras venas discurre más cerveza que sangre; y yo me sentía tan orgullosa de caminar despacio...

Pisaba fuerte para dejar huella. Detrás de mí iba dejando la marca de las suelas de mis zapatos nuevos porque no había dejado sin pisar ni un sólo charco de los que me había encontrado, pueshay a quienes les gusta no evitarlos y meterse dentro, incluso con zapatos nuevos; y me alegro tanto de no ser esa chica de rojo...



sábado, 3 de abril de 2010




Hay noches en que disecciono los pensamientos como si fuesen una rana panza arriba. Les miro a las ojos y me río.
La vida es un teatro. La anemia me está pasando factura en cansancio y siento la combusitón interna. Pero el tiempo pasa. Aunque todo siga igual, él pasa. Aunque las aceras sean grises como los cabellos de mi alma.
Entonces pego bofetadas a conciencias muertas, y llueve en mi. Llueve la rabia sobre mi.
Cuelgo el alma en el tendedero, vuelvo a reirme.
¿Se llamaba soledad? Ahora sé por qué le puse ese nombre: fue parte del proceso evolutivo de un corazón asustadizo de una niña de cristal.
Se sigue llamando soledad, noche tras noche.