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sábado, 3 de abril de 2010




Hay noches en que disecciono los pensamientos como si fuesen una rana panza arriba. Les miro a las ojos y me río.
La vida es un teatro. La anemia me está pasando factura en cansancio y siento la combusitón interna. Pero el tiempo pasa. Aunque todo siga igual, él pasa. Aunque las aceras sean grises como los cabellos de mi alma.
Entonces pego bofetadas a conciencias muertas, y llueve en mi. Llueve la rabia sobre mi.
Cuelgo el alma en el tendedero, vuelvo a reirme.
¿Se llamaba soledad? Ahora sé por qué le puse ese nombre: fue parte del proceso evolutivo de un corazón asustadizo de una niña de cristal.
Se sigue llamando soledad, noche tras noche.

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