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lunes, 25 de enero de 2010

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Cuando era pequeña estuve meses y meses deseando que mis padres me regalaran un patinete. La verdad es que nunca supe -quizá porque nunca me lo planteé, ni me detuve a pensarlo- por qué lo ansiaba tanto, por qué quería tenerlo. Supongo que porque todo el mundo lo tenía. Porque era la moda. Porque no quería ser la única sin patinete.
Tras meses y meses de insistencia, conseguí el patinete. Y cuando lo tuve dejé de desearlo. Lo deseché poco tiempo después. Creo que lo usé un par de veces o tres. Digamos que lo quise cuando no lo tenía, y cuando lo conseguí dejé de quererlo.

Y en cierto modo eso ocurre siempre con todo. Así que, creo que de alguna forma nunca dejaré de querer poseerte. Y no porque te desee –ni mucho menos-, sino porque cuando te deseé no logré alcanzarte. Al igual que estoy segura de que si te hubiera conseguido, habría dejado de quererte.

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