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lunes, 8 de agosto de 2011

Para que nada nos separe, que no nos una nada.

Escucha esa canción que tanto le estremece y aún no sabe por qué, o tal vez lo sabe demasiado bien; y el estómago le da un vuelco al mismo tiempo que su corazón se acelera. En la garganta un nudo le impide articular palabra, y entre tanta sensación cierra los ojos mientras su mente le lleva a hacer lo que cada día se prohíbe: recordar. No anhela nada, pero forma parte de su pasado, y a veces lo único que quiere es volver a sentir aquella estabilidad -si es que se le puede llamar así- porque está cansada de coleccionar besos cargados de anonimato y vacíos de sensibilidad.

A lo lejos un gato en celo maúlla y el camión de la basura recorre la calle vaciando contenedores; lo reconoce por el olor que deja en su habitación. Es curioso, a él también lo reconocía por el olor; muy diferente al de la basura, por supuesto, porque su basura iba por dentro, y esa no huele sino que hiere. Pero tiene prohibido pensar en eso, porque como dice la canción: pasado pisado… y la basura al excusado.

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